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Yo no me equivoca nunco (desde “Argentina es tango”-España)

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Noticia de ARGENTINA ES TANGO

Y estas sonrisas nos las genera desde su Ingeniero White, Provincia de Buenos Aires, Argentina, nuestro buen amigo Tino Díez, Florentino en el DNI. Con su chispa original de estas tierras españolas, va y nos dice muy serio…

“Yo no me equivoca nunco”

En la década de 1970 se iniciaron, en SADAIC, cursos diarios, a los que asistían alrededor de veinte  alumnos. Esas clases se dictaban en el auditorio del primer piso, que tiene una  capacidad de cincuenta asientos, eran gratuitas, y comenzaban a las 19.30 culminado cerca de las 22  hs.

Se sucedían de lunes a jueves, con temas de folklore, armonía, cancionística y escritura y dictado musical, en ese orden y dictados respectivamente por el matrimonio Spinassi, Sebastián Piana, Homero y Virgilio Expósito y Héctor Stamponi. Creo que actualmente no se llevan a cabo y sólo conozco emprendimientos privados, como el que realiza Ernesto Pierro, en el rubro “letrística” que sería el correlato del curso de “cancionística” que pergeñaron los hermanos Expósito.

Y precisamente en esos cursos se cuestionaba ácidamente las ambivalencias que se perpetraban con los versos de las canciones, especialmente las letras de tango. Por ejemplo con Carlos Bahr y su tema con música de “Enrique Mario Francini Mañana iré temprano”, cuando en la primera parte bis, expresa: “Sigo postrado en esta cama/ hace seis meses que me esperas…/ hoy me he (me-é)  asomado a la ventana,/ y vi la primavera/ pintando la mañana.”, que pareciera indicar el momento de alivio de los riñones del protagonista.

Homero Expósito, insistía en que se debe procurar evitar estos desaguisados en las letras, cuando un atrevido participante, le recordó: “¿Y qué pasó con que de monos aquí?”, aludiendo al tango de los hermanos Expósito “Quedémonos aquí”. A lo que siguió un silencio piadoso.

Similar cuadro se logra si se pronuncia, esto ya con mala intención, el tango “En carne propia”, del mismo letrista, Carlos Bahr y con música de Manuel Sucher, que en su primer verso, repite casi exactamente lo anterior: “Me has (Me-as)  herido/ y la sangre de esta herida…” ¿Casualidad o demasiada intencionalidad de quien escribe esta nota?

Existen otros ejemplos que llaman, casual o causalmente, a llamar la atención y a crear una expectativa, en la audiencia. Comenzaré por el tango “Amarroto” de Miguel Bucino y Juan Cao cuando en su estribillo dice: “Hijo de: ´Quedate quieto´ y la zaina ´No te muevas´/ nunca, nunca te rascaste ni teniendo sarampión…

Los versos parecen armados especialmente para que quien lo escuche, apoyado en el recato social que evitaba insinuar las malas palabras, sin completarlas y el “Hijo de” con el suspenso que incorporaba Alberto Echagüe, junto al Rey del Compás hacía el resto. Existen otros más inocentes, pero que no alcanzan a lograr la metáfora que intentaron o no fueron interpretados como se planeó.

El tango “Galleguita” de los hermanos Alfredo Plácido – letra – y Horacio Navarrine – música –, cuando intenta su metáfora de fugacidad: “Sola y en tierras extrañas, tu caída fue tan breve/ que, como bola de nieve,/ tu virtud se disipó..”. Si hubiera escrito “copo de nieve” el cambio semántico hubiera estado más cerca del concepto de disipación. Pero estaba Gardel que al llevarlo al disco, en 1925, le dio el lustre suficiente como para obviar este pequeño yerro tanguero.

Ya no me importa lo que dirá la gente/ ya ves, humildemente te pido que volvás“,.dice en sus versos interiores el tango “Vendrás alguna vez” en los versos de Luis César Amadori y con el pentagrama de Alfredo Malerba. Aquí no se puede, casi, hacerle al poeta director de cine y si a las versiones de algunos intérpretes que cambian la sílaba tónica, por razones de modulación y/o respiración y la cambian de aguda a grave para cantar un incomprensible “volvas”.

Hay otros temas que pecan por semejantes o parecidos doble sentido o ambigüedad de conceptos, pero por el momento presentamos estos ejemplos representativos.

Y me resulta imposible no recordar a mi viejo maestro de la escuela primaria, un gallego que lo sabía todo y resultaba una figura querible e inolvidable, quien cuando nos encontraba una pifia en un deber nos espetaba un cariñoso y correctivo: “Yo no me equivoca nunco”


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